Finisterre en autocaravana, un viaje al fin del mundo

21 de Septiembre de 2018

Dicen que quienes han ido en autocaravana a él conocen uno de los municipios más mágicos y sorprendentes del norte de España. Famoso por sus acantilados, está estrechamente relacionado con el misticismo del Camino de Santiago y sus numerosas playas son famosas por ser un reducto de tranquilidad y aguas bravas. ¿Por qué no comprar una autocaravana y llevar a cabo viajes tan sorprendentes como este?




Su nombre proviene del latín finis terrae, o lo que es lo mismo el fin de la tierra. Y no iban mal encaminados los romanos. Para viajar a este municipio en autocaravana nos debemos trasladar al extremo oeste de la Península Ibérica, caracterizado por sus extensas playas, enormes vistas y fuertes oleajes que la sitúan como una de los puntos más destacados de la geografía española donde practicar el surf más arriesgado.




Aguas cristalinas y profundos acantilados mirando el océano atlántico donde disfrutar de hasta 8 playas que recorrer a bordo de tu autocaravana (Langosteira, Talón, Arnela, Mar de Fora, Rostro, Sardiñeiro, Ribeira y Cordeiro) casi en estado salvaje. Enclaves ideales para disfrutar también de la natación, la pesca deportiva, el buceo y la vela ligera.




Ubicada a 98 kilómetros de la capital de Galicia, Santiago de Compostela, forma parte del famoso Camino de Santiago. La iglesia de Santa María das Areas, construida a finales del S.XII, es testimonio irrefutable del Camino albergando el famoso Santo Cristo de Finisterra y en frente el hospital del peregrino del S.XV, donde en sus alrededores se han encontrado vestigios de aquellos tiempos que dotan a esta parte del camino como una de las que cosechaba mayores afluencias de peregrinos.




Viajar a Finisterre en autocaravana es también visitar sus monumentos, parada obligatoria es el Castillo de San Carlos, una  fortificación defensiva mandada construir en época del rey Carlos III de España para defender la costa de los ataques de los barcos enemigos. También la Lonja, el monumento al emigrante, la premiada obra arquitectónica –aún sin terminar- del cementerio del Fin de la tierra, la capilla del Buensuceso del s.XVIII y, por supuesto, el Faro de Finisterre, el más importante de la Costa do morte de 1868 y que sigue proyectando una luz que guía a los barcos en su navegación por estas aguas peligrosas a consecuencia de los continuos temporales y los bajos o arrecifes que existen y pueden causar el naufragio de las embarcaciones.




Y en el aspecto culinario destacamos, como buena localidad pesquera, sus productos del mar, entre ellos los longueirones. Se trata de un pariente cercano de la navaja y rico en sus aguas abiertas con una textura más consistente y sabrosa que la anterior. Sus caldos con productos del mar son otra de las exquisiteces a degustar si visitamos esta localidad gallega de apenas cinco mil habitantes.